PALABRAS PARA LA PAZ

 SÓLO TRES LETRAS

Regresó la paloma de un lugar en donde quizás nada existía. Nadie notó el aleteo feliz de aquel día.
La paloma estaba atónita. En su largo periplo alrededor de “Las fuentes de la vida” nadie le había comentado el estado lamentable en el que se hallaban los seres humanos. Tal vez hubiera regresado antes, quién sabe.
Oía incesantemente el restallar de los látigos opresores, el ruido de las bombas, los gritos de desgarro en las gargantas de las madres que clamaban por sus hijos ¿En qué se está convirtiendo el Mundo?, se preguntó la paloma. Decidió entonces dar vueltas por aquel cielo ennegrecido y se hizo notar. Para ello blanqueó sus alas con el blanco más lúcido que encontró. La paloma parecía de nieve, tanto, que en las altas cumbres, se confundía con ella en todo salvo en el corazón, el suyo latía cálido, el de la nieve era gélido y así debía ser. Sobrevoló lugares amados que ahora estaban destruidos, trató de comunicarse con aquellas personas que en otro tiempo compartían con ella un poco de miga de pan en los parques del mundo. Todos andaban presurosos y asustados. Podía notar en sus rostros el reflejo de palabras grises: guerra, odio, intolerancia, violencia, tanques, bombarderos, miedo, soledad.
Buscó desesperada al Búho de las Historias de Luz, y éste le recomendó, sin mucha esperanza, que sobrevolara el patio de algún colegio en esa hora en la que los chicos juegan y se toman el bocadillo. “Tal vez así recuperes la fe en los hombres”, dijo el Búho.
La paloma voló por encima de colegios. Cuando sus alas trataban de advertirle que un inmenso cansancio se apoderaba de ellas, la paloma vio elevarse entre los árboles de la plaza de un pueblo miles de globos blancos. Todos contenían un mensaje de amistad. Abajo cientos de chicos unían sus manos blancas formando un dibujo conocido por la paloma. Ésta, llena de una dicha inmensa, subió lo más alto que pudo y desplegó sus alas. ¡Por fin!
Allá arriba entre las nubes de un cielo azucarado respiró tranquila cuando leyó por enésima vez aquel vocablo tan corto como conciso:
PAZ
Y la paloma siguió volando hacia los confines de esta Tierra, con una misión que cumplir escondida entre su plumaje más suave, aquel que crecía cerca del corazón.

CARMEN RAMOS