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Oigo las notas de una flauta, me escondo tras un inmenso árbol
del bosque ¡qué sorpresa!, me encuentro con el
lobo feroz. Los dos hacemos ademanes de silencio. Ante nuestras
narices, bueno ante las del árbol, pasa tan campante
el flautista de Hamelin, pero tras él no van los niños
del pueblo, ni los ratones. Nuestra sorpresa es enorme, pues
vemos a Caperucita roja, al Gato
con botas y a la mismísima
Blancanieves con sus inseparables enanitos, trotando y bailando
detrás del flautista. ¿Pero qué veo?,
si es el Emperador con su traje nuevo. ¡¡Qué marcha
lleva!!
EL lobo y yo nos miramos, ¿qué pasa aquí?,
parecen decir sus ojos. Yo me encojo de hombros.
Los seguimos hasta llegar al palacio de Cenicienta. En sus
jardines todo es de cristal y los relojes marcan las doce continuamente.
A esa hora mágica todos perdemos un zapato, que hay
que buscar con La lámpara
azul.
Cuando la luz del sol aparece por entre las montañas,
Hansel y Gretel se unen al grupo,
junto a los músicos
de Bremen y Piel de asno.
El lobo y yo nos enteramos que es el momento de subir a la
torre más alta del castillo para despertar a La
Bella Durmiente.
Corremos, saltamos, ¡hay que llegar antes que el príncipe,
tenemos que escondernos tras las cortinas de la cámara
de la princesa Aurora. ¡Qué suerte! Aladino
y su lámpara maravillosa, consiguen hacernos
pequeñitos,
pequeñitos, como Pulgarcito.
Así, todos cabemos
en una zapatilla de la bella princesa.
La Bella durmiente despierta. El beso del príncipe obra
el milagro. Las puertas del palacio se abren y todos
los personajes de los cuentos que habitamos el mundo de la
magia de las palabras y las historias, nos reunimos en el salón
del trono. Los festejos durarán tres días.
¡Vaya!, alguien me tira de la manga ¡Es el mayor de los
tres cerditos!
-¡Eh!, ¿quién eres tú? -pregunta.
Pues es verdad, con la emoción del momento se me olvidó presentarme.
-Soy el Sastrecillo Valiente -respondo.
Y me uno a ellos bailando en la rueda, rueda, junto a la Reina
de las Nieves y al Soldadito de plomo.
Carmen Ramos |
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