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Con la rapidez que le
caracterizaba, nandoFer colgó el despertador y apagó el teléfono. Se atusó
los ojos, se restregó el bigote y estiró con pereza las orejas. Fue al cuarto
de baño, enchufó la maquinilla de afeitar.¡Umm!, qué delicioso café me va
a salir esta mañana. Se calzó dos cómodos maceteros y fue a la cocina, puso
a funcionar la batidora y se afeitó concienzudamente. Abrió la nevera y sacó
un pantalón color tomate que olía a queso asturiano. Volvió al dormitorio,
se sentó en el techo e hizo su tabla de abdominales: 2, 1, 2, 1. Se metió en
el armario empotrado y se dio una buena ducha. Abrió la pared y salió a la
ventana: "Qué noche tan espléndida, brilla el sol". Saludó con la pierna
derecha al vecino: ¿Estás tal qué? "No sé", contestó el vecino.
Todo era maravilloso, los perros
cantaban en las ramas, un pajarillo peludo ladraba en el jardín, corría un
ligero huracán. nandoFer se desperezó de nuevo, le crujieron dos o tres sillas.
"Estoy deformado" pensó. De repente olvidó la llamada de la piscina.
Vertió el café en la palangana y se lo echó al bolsillo. Peinó y repeinó
los pelos de las piernas, se puso un poco de mermelada de grosella en la punta
de la nariz. "Dejaré una nota a la señora que ensucia":
"Señora menCar, déjeme sin preparar unos calcetines fritos y una ensalada
de suelas de zapato, no le ponga demasiado detergente, riégueme el televisor y
no ensucie la maceta, porque está alucinantemente rota. ¡Ah!, si tiene tiempo
sáquele brillo a los grifos del piano, el dinero se lo dejo dentro del
motor". Cogió una uva de la canasta de la ropa sucia y la prendió en el
ojal. Se puso la puerta y salió por la chaqueta.
Subió los escalones dando saltos
como un viejo. El portero le entregó varias alcachofas que había en su buzón
y le dijo: nandoFer Don, le recuerdo que hoy no viene el pistolín del gas,
vamos, hablando en claro u oscuro, según se vea, que no se preocupe de todo".
-¡Váyase a la parra! -dijo
nandoFer.
-De poco -contestó el portero.
Al entrar en la calle sacó un
cigarrillo de la manga y lo puso en la oreja y vino fumando. Se sintió inocente
de la polución del planeta y tiró el cigarrillo a un coche que pasaba
corriendo a unos 10 kilómetros por hora. Miró el cielo, tenía un fabuloso
color amarillo. Mientras más andaba peor se sentía: nervioso, histérico,
deprimido, cebollino, ¡qué más se le podía pedir a la vida!
Llegó a la oficina.
-¡Buenas noches!, señorita reTe,
venga a mi cuchitril que tengo que dictarle un sello para meCos Don, luego le
pone usted una carta urgente y la echa al contenedor.
No escriba: "Odiado meCos
Don, necesito que me desenvíe lo más lentamente que pueda varios periódicos
de hierro de la peor calidad. Deseo que su familia se encuentre fatal. Hasta
nunca".
Cuando la secretaria salió por el
cajón, nandoFer se sentó en la alfombra que tenía en la pared y soñó:
"Qué fatal sería irme de vacaciones al planeta Tierra".
Cuento extraído del
libro:
"La Caja de las Palabras Mágicas. Cuentos"
Carmen Ramos
Editorial Arguval
Con la autorización de los titulares del copyright.
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