“LA GRUTA DE LOS ESQUELETOS”
El día amenazaba lluvia. La playa olía a soledad. Y es que en febrero, ni los turistas ni la gente del pueblo, solían bajar a aquella cala que formaba un recodo rocoso tras el que se llegaba a la gruta, si es que el mar lo permitía.
Pero los curtidos piratas no temían a las tormentas, es más, rescataban enseres de barcos que naufragaban en aquellos arrecifes, y no sólo eso, todos se comprometieron, jurando por la sangre de Barbanegra, buscar sin descanso las riquezas perdidas en los océanos más remotos.
Su código secreto sería: Calaveras, pero si alguien mayor se encontraba cerca lo harían aún más secreto: Ras-ve la-ca. Así, ni el más listo seguiría la pista. En cuanto al distintivo, todos llevarían dibujadas en el brazo dos calaveras tuertas.
La nave estaba terminada. La fragata “Cañonera” estaba a punto de ser botada.
Así que Duncan, el Maldito, su capitán, habló con voz de trueno enarbolando un sable curvo en una mano y la bandera con las dos calaveras en la otra:
—¡Partiremos desde este lugar, nombrado por los más importantes bucaneros como: “La gruta de los esqueletos” y surcaremos los mares hasta llegar al Polo!
—En los mares helados no hay tesoros, por allí no pasa ningún galeón cargado de oro, tenemos que dirigirnos a Jamaica.
—¿A Jamaica? —preguntó John, el Caradura, con cara de no saber nada sobre el asunto— ¿y eso dónde está?
—Es una isla, inútil sabandija —dijo con desprecio y escupiendo en el suelo Nik, El tuerto—, los piratas siempre tienen sus guaridas en una isla lejana y escondida, como las Galápagos, o Jamaica.
—¿Qué historia es esa? –preguntó Jerry, el tenazas.
—Es la historia de la piratería –dijo Nik–, además, ya sabéis que las pelis que veo son de piratas y que sólo leo libros de piratas, todo lo demás sobra.
—¿Y por qué escupes? –preguntó John.
—Se supone que estoy masticando tabaco y hay que escupir al suelo de vez en cuando.
—¡Qué asco! –exclamó Jerry, el Tenazas.
—Bien, aclarado el asunto— gritó Duncan para hacerles ver que él era el capitán—. ¿Podemos seguir con la botadura de la “Cañonera”?
Pero el destino quería que aquello no se llevara a cabo sin uno de sus tripulantes: Kate, la Fiera. La vieron llegar corriendo por la playa, seguida de Max, su perro, como si la persiguiera una manada de lobos, de lobos de mar, claro. Llegó hasta ellos agitando papeles en las manos y lo que parecía una vieja bota. Los alaridos alarmaban a cualquiera.
—¡¡¡Lo encontré, lo encontré!!! —gritaba Kate, la Fiera—. Tengo la pista del tesoro de la pirata inglesa O’ Maley.
—¿Qué dice esta niña?, pues no mete ruido –se quejó Nik, el Tuerto.
—¡¡No soy una niña— gritó Kate mientras propinaba un señor pisotón a Nik— soy una pirata feroz, ¿me oyes? —dijo Kate casi sin respiración.
¡Ay!, síii.
—Pues no lo olvides.
Max ladraba sin parar y todos querían opinar sobre el asunto.
—Vamos, vamos, un poco de calma –pidió Duncan— se van a enterar hasta los sordos del pueblo, ¿qué traes ahí, Kate? ¿De qué hablas?
Kate, respiró profundamente y soltó:
—Recordad, decidimos convertirnos en piratas porque yo os hablé de todos los secretos que mi abuelo me reveló. Especialmente aquellos que se relacionaban con la Gruta de los Esqueletos, ¿sí?, pues aquí viene lo bueno, ¡¡¡son verdad!!
—¡Vaya! —exclamó Jerry, el Tenazas.
—Y tú, majadero —dijo señalando a Nik—, te creías muy listo, ¿verdad?, por no hablar de Duncan, “nuestro querido capitán”, que pensaba que yo me lo inventaba, pues, ¡mirad estos papeles!
—¿Y dicen… —osó balbucir Oli, la Malahierba, callada hasta ese momento.
Kate la miró de soslayo antes de hablar, pues había sido su mejor amiga, pero ya no lo eran desde el día anterior.
—Hay un galeón hundido y lleno de oro en el interior de la cueva, y yo solita he encontrado la pista, porque la magia de la piratería así lo ha querido. Aquí, en los recortes de periódico antiguos lo deja bien claro.
—Pero, ¿de qué tesoro hablas? ¡Periódicos!, ¿quién ha visto un pirata leyendo la prensa!— exclamó Jerry, soltando un resoplido.
—Estos sí los vamos a leer –dijo Kate con autoridad— son como mapas del tesoro, ¿te suena, guapo?, pues eso, en fin, os lo contaré desde el principio.
Ante la posibilidad de tener riquezas cerca, los piratas se sentaron en la arena, cerca de la “Cañonera”.
La fragata, por cierto, estaba formada por dos tablas de surf, atadas a flotadores con cuerdas de color verde. Tenía una rueda de bicicleta por timón y en su palo mayor, que era una escoba, se desplegaba una vela que era un trozo de sabana que Charli, wl Manitas había encontrado abandonada en el tendedero de su vecina. Ni qué decir tiene que todos estaban orgullosos de su barco.
Así que allí, ante la “Gruta de los esqueletos”, Kate comenzó el relato de su hallazgo.
—Veréis, yo estaba muy enfadada con mi “ex” amiga Oli— y miró a la culpable de aquel mosqueo— y ya sabéis que cuando me enfado me encierro…
— En el trastero de tu casa –interrumpió “El Tuerto”.
—Eso es –dijo Kate— pero estaba tan enfadada que colgué el cartel de…
“NO MOLESTEN QUE MUERDO” ¡¡ARGGG!!!
…en la puerta, y la atranqué con una silla. Pero cuando me disponía a liarme en la cortina “quitaenfados” que tengo allí, mi padre se puso a tocar el trombón y ya no pude aguantarlo, así que, ¡exploté!
—¡Vaya! –exclamó Duncan que ya estaba al corriente de aquellas explosiones de Kate— ¿Pero qué hay del tesoro?
—¡¡¡Eso, eso!!!—gritaron los demás.
—Para llegar a lo del tesoro, antes tengo que contarlo todo.
—Pues sigue, y rapidito, a ver si nos birlan los lingotes— dijo Charli, el Manitas.
—Como estaba super enfadada le di patadas a todo lo que encontré en el desván, cayendo sobre mí, varios cachivaches y unos cuantos kilos de polvo.
—¿Y…? —dijo impaciente Duncan.
—Directa a mi cabeza llegó esta vieja bota de mi abuelo. Está asquerosa, como podéis ver, y ya me disponía a tirarla lo más lejos posible, cuando de ella cayeron estos recortes del periódico. Y los puso ante sus ojos.
Todos se apresuraron a leer lo que en ellos estaba escrito.
“SE CREE QUE EN LA GRUTA DE LOS ESQUELETOS SE HALLAN HUNDIDOS A GRAN PROFUNDIDAD EL ÚLTIMO GRAN BOTÍN DE LA PIRATA GALESA GRACE O’MALLEY.
Y en otro llamado “La Voz de la Costa”:
“Estudiosos y hombres ranas ayudados por buzos se sumergen en las profundas aguas de la Cueva De los esqueletos. Después de 28 días, dejan la búsqueda del galeón que supuestamente hundió Grace, la mujer pirata más famosa de todos los tiempos” La falta de financiación y de equipos modernos hacen desistir a los científicos”
Los restantes venían a decir lo mismo.
—¡Son del año de la pera, pone 1946! —exclamó Charli—Del siglo pasado nada menos.
—Esto formará parte de nuestro secreto y juramento pirata –dijo “El caradura”.
—Si, pero, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Nik, el Ttuerto.
—Pues está claro, entrar en la cueva y bucear en el lago en busca del galeón –dijo Kate de manera decidida.
Todos dirigieron las miradas a la entrada de La gruta de los Esqueletos.
Charli los sacó de aquella boba contemplación.
—Dejemos aquí el barco y vayamos a por el tesoro. Max nos avisará si alguien merodea por aquí.
—¡De acuerdo -dijo Duncan— yo que soy el capitán doy la orden: ¡A por el botín!, antes de que suba la marea y se acabe el ron.
Lo miraron primero y lo siguieron después.
Desde la entrada de la cueva se podía ver el inmenso lago salado que cubría buena parte de la superficie del fondo de la misma.
—Ahí, en lo más profundo, se encuentran los lingotes— dijo Duncan, el Maldito— El lago tiene bastante profundidad, pero no habrá más remedio que tirarse al agua y bucear.
Jerry se ofreció voluntario. Pero no esperó el resultado de la votación, antes de que se alzaran las manos a favor o en contra, él ya se había tirado de cabeza al agua. Los piratas, alarmados, se arrodillaron alrededor del lago circunvalado de rocas.
—Si se ahoga yo no me hago cargo –soltó Kate—. ¡Qué bestia!
—Lleva ya mucho rato allá abajo –comentó John impaciente.
-Éste se ha roto la crisma –dijo Oli- o lo que es lo mismo, la cabeza.
Antes de que el gesto de estupefacción de sus caras cambiara, se oyó un gorgoteo. Tras él asomó la cabeza el impulsivo héroe.
El Tenazas estaba rojo o morado, según se mirara. Tosió varias veces y escupió agua, antes de decir que allí abajo no había nada, sólo algas, peces y pedruscos.
Se sintieron desilusionados.
—A ver –gritó Duncan—, un tesoro tan grande no se encuentra a la primera, estará en lo más profundo, con que…
—¡¡Mirad!!— exclamó el Tuerto— ,¡Es un cañón!
Efectivamente era la mitad de un cañón, estaba más que herrumbroso. Yacía allí semioculto por las rocas del fondo de la cueva.
Se acercaron a él sigilosamente, como si una sombra tenebrosa y pirata lo fuese a disparar sin previo aviso.
Fuese como fuese, su atención se concentró en él.
—¿Será del barco hundido?
—¿Habrá algo dentro?
—¿Cómo no lo ha visto nadie?
Jerry no esperó las respuestas. Metió la mano y chillo con fuerza. Lo que logró que los presentes dieran gritos, sobresaltados porque, amén del chillido, el brazo de “El Tenazas” permanecía dentro del cañón.
—¡Esperad!, un momento, toco algo, lo tengo, voy a ver si… ¡¡si!!
Duncan, Nik y Kate cogieron por los pies a Jerry y tiraban de él con todas sus fuerzas.
—¡¡No tiréis tan fuerte, por las barbas de Barbarroja, me voy a quedar sin brazo!!
—Pues te pondremos un garfio, cobardica cabezón— dijo Charli mientras a su vez metía el brazo por el otro orificio del cañón.
—Siento que algo vivo se mueve dentro.
—Soy yo, atontado –dijo Charli asomando la cabeza por un lateral—, toco una cadena.
—Y yo –aseguró Jerry.
—A ver —era Duncan el que hablaba—, Charli, empuja con tu brazo hacia el de Jerry eso que tocáis, a ver si lo agarra bien y puede sacarlo.
—¡Ya lo agarro!— gritó Jerry entusiasmado.
—No dejes de empujar, Charli y vosotros, los que tiráis de El tenazas, todos a una. Preparados: ¡1,2... tres!
Jerry salió disparado y fue a caer sobre los que tiraban de él.
Duncan dio un alarido de dolor.
—Creo que “eso” me ha roto el hombro -dijo Duncan señalando el artefacto que había salido del cañón, junto con el brazo de Jerry- pero, ¿qué es?
Enseguida lo vieron. Jerry sostenía en su mano izquierda una cadena corta de eslabones grandes, de cuyos extremos colgaban dos pesadas y macizas bolas de metal.
—¡Son dos bolas encadenadas! –gritó Nik, el Ttuerto.
—Eso ya se ve –dijo Charli.
—¡Por todas las banderas piratas! –exclamó Nik con agitación y nerviosismo— quiero decir que ese tipo de munición para cañones es muy antiguo, de hace muchos siglos.
—¿Entonces?
—Creo que ese cañón perteneció al barco de O’Malley, la pirata —dijo casi temblando Jak—. Las disparaban contra las velas del barco enemigo y así las rompían.
En aquellos momentos todos sintieron admiración por Nik, el Ttuerto.
Un ruido de oleaje les hizo volverse a mirar la entrada de la gruta.
-Salgamos –gritó Duncan—, sube la marea y nos vamos a quedar aquí atrapados, nos ahogaremos sin pena ni gloria.
—¡Agarra el cañón! –le dijo Charli a Oli.
Pies, para qué os quiero, el agua comenzó a entrar con fuerza y les impedía avanzar con rapidez.
Ni qué decir tiene que cuando vieron a Oli y a Charli cargando con el trozo del cañón todos arrimaron el hombro.
Una vez fuera de la cueva, llegaron hasta donde habían dejado la fragata. Empapados y sucios, se tiraron rendidos, sobre la arena.
Hay que buscar algo que echarse al gaznate –dijo Jak.
—¿A dónde?
—Quiere decir, algo de comer o beber —tradujo Kate mientras buscaba la bolsa de las provisiones, que estaba en “La Cañonera” llena de bocatas y latas de limonada.
Jerry sostenía aun la cadena con las bolas, mientras los otros piratas hablaban de lo sucedido, sin salir de su asombro.
Sintió entre sus manos una fuerza especial. Él había obtenido aquel trofeo de piratas. Algo brilló en una de las bolas, un cristal tal vez. Jerry se dedicó a limpiar aquella cadena. La frotó en sus vaqueros una y otra vez, pues le sorprendió que cada vez brillara más.
Kate se acercó para darle un refresco de “ron” y entonces lo vio.
—Esa bola está brillante, es, parece, es... pero… —balbuceaba emocionada— ¡es de oro!!
Todos los piratas se tiraron encima de ellos.
— ¡A ver, a ver! –gritaban nerviosos.
De repente, Duncan se levantó, colocó su pierna izquierda sobre el resto del cañón y dijo una de las verdades más increíbles:
-Ya no hay duda, el tesoro de la pirata O’Maley está en el profundo lago de la Gruta de los Esqueletos.
Pasaron varios días hasta que nuestros piratas se repusieron de aquella aventuran. Acordaron no contar a nadie donde habían encontrado las bolas, sólo dijeron que “estaban en la playa” cuando por fin, y tras largas deliberaciones, decidieron entregarlas a la policía, no sin antes, volverlas a ennegrecer y ensuciar.
Escondieron el trozo del cañón entre los chismes del trastero de Kate. Ese sería otro secreto, lo habían jurado con la mano sobre las calaveras mientras gritaban:¡¡RASVELACA!!
Ni qué decir tiene que todo el pueblo se volvió loco de contento, pues salieron en la tele y hubo muchos periodistas por allí. Todos querían ver las bolas gemelas encontradas por los chicos y que el alcalde había creído conveniente colocar en el Ayuntamiento, en el interior de una urna y con dos guardias de seguridad al lado.
La zona de la playa en donde supuestamente habían encontrado aquella arma, quedó acordonada por orden de las autoridades.
Pero ellos, los piratas, Kate, Duncan, Nik, Jerry, Oli, Charli y John, todos habían decidido que cuando el revuelo pasara y llegara de nuevo la tranquilidad al pueblo, ellos regresarían a La Gruta de los Esqueletos, con equipos apropiados, pues sabían que el tesoro del barco hundido les esperaba.
—¡GUAU, GUAU!
¡Ah!, y también Max.
Pero esa ya será otra historia, otra AVENTURA DE PIRATAS.
Por cierto, en el silencio oscuro del desván de Kate, la Fiera, un fragmento del cañón escondido, comenzó a desprender una tenue luz, acompañada por una especie de gemido lúgubre.
¿Qué estaba sucediendo en su interior?
Carmen Ramos |