Era una aldea en las montañas de Añasco donde cada año se celebraba el día de los niños. Todo estaba tan colorido, el bizcocho era de muchos colores, había dulces, caña de azúcar, helado de piña, bombas de colores que volaban hacia arriba y abajo, y payasos divertidos que a todos hacían gozar.
De pronto un niño exclamó: ¡Subamos a la casa del árbol, allí también podemos jugar! Al llegar todos se sorprendieron, la puerta estaba llena de algunas telas de araña, pero aún así, entraron y se maravillaron al ver que todo estaba completamente adornado. ¡Miren hacia allá, hay una caja de hermosos colores, parece un cofre lleno de sorpresas! ¡Abrámoslo! 
De repente, en una esquina de la casita, sobre una peña, había una llave dorada. ¡Qué emoción sintieron todos! 

- Ñina abre el cofre, es tu casita.
- Trataré de abrirlo, pero nunca lo había visto aquí. ¿Será mágico?

Al abrirlo salió una luz con un arcoiris lleno de estrellas resplandecientes. Todos miraron hacia adentro. ¡Qué sorpresa! Había una cajita de cristal rodeada de brillantes. Al abrirla, qué magnífico fue encontrar una muñeca que era de hermosísimo rostro, con un moño con rizos de oro. Su traje era azul como el cielo y alrededor una cadena de flores como un carrusel.
¡Qué contentos se sintieron cuando Ñina cogió la muñeca entre sus brazos y la acarició! Todos volvieron a la fiesta felices de aquella experiencia que no esperaban. 
No cesaban de hablar de ella ni de reír y gozar. Ñina siempre fue una niña sola, triste, aunque muy amigable. Era conocida por ser buena, honesta y bondadosa. En la fiesta hablaban de la niña. Que sus padres nunca le habían dado un hermanito. Éstos, al igual que Ñina creían que había sido una magnífica sorpresa para la niña. Pero aún los padres de Ñina estaban sorprendidos de lo acontecido, pero callaron.
Llegó la noche obscura, de una hermosa, de una luna luminosa con estrellas brillantes. Ñina miró a través de la ventana azul, aún con su muñeca Meriña entre sus brazos, se sentía muy sola y lloró. 
Sus lágrimas parecían como minúsculos cristales; deseó seguir llorando pero al ver una estrella brillante se sorprendió y dijo: "No quiero seguir llorando, ni quiero sentirme más sola. Si tan sólo pudiera tener alguien a mi lado, con quien jugar siempre". Y se durmió.
De pronto, las ventanas fueron abiertas, un grupito de estrellas descendieron sobre la muñeca Meriña y dijeron:

-Deseamos que acompañes a Ñina todos los días de su vida, pero como su hermanita.

A la mañana siguiente: 

-Ñina, despierta para ir a la escuela -dijo Meriña.

Ñina sorprendida por la voz, se levantó y se asombró que hubiera una hermosa niña y le dijo:

-Te pareces a mi muñeca Meriña. 

Y ella le respondió:

-Pues soy yo, ya nunca estarás más sola ni triste, seré tu hermanita.
-!Qué maravilloso! Corramos hasta donde mis padres.

Todos rieron y se abrazaron y fueron muy felices para siempre.

Ashley J. Espada. 10 años.
Escuela de la Comunidad María Dávila Semidey.
Patillas.
Puerto Rico

(*) Este relato está creado  después de trabajar en clase con la técnica desarrollada en  el cuento de
La Caja de las Palabras Mágicas: "Pepa y su Araña".